TÉCNICAS DE COMO DESARROLLAR LA ATENCIÓN EN SI MISMO GURDJIEFF
Tecnica para despertar la atención en uno mismo del Sr. Gurdjieff.
El 19 de diciembre de 1930
Antes de interrogarlos, como es mi costumbre, para orientarme
mejor en el momento de darles nuevas indicaciones, es decir, antes de preguntarles,
habiendo ustedes dispuesto de tiempo para reflexionar, durante una semana, sobre cómo han
comprendido mis explicaciones acerca del primer ejercicio que les he recomendado en la última
reunión -ejercicio destinado a preparar, en la presencia general de ustedes, un "terreno
fértil" propicio para la elaboración intencional de los datos correspondientes a los impulsos
sagrados para el hombre-encuentro necesario indicarles otros dos ejercicios independientes
incluidos en el programa general del Instituto pero que formaban parte de una serie totalmente
diferente, constituyendo, para cierta
categoría de alumnos, un "medio de asistencia" para
adquirir un "Yo" propio.
Los ejercicios a los que me refiero, y las informaciones que
tengo ahora intención de darles sobre ellos, constituirán para ustedes, una ayuda preciosa a
este respecto y también les permitirán captar numerosos detalles que les harán comprender la
importancia y el significado del primero de los siete "ejercicios cardinales" que
he mencionado; finalmente, estas informaciones les revelarán dos nociones que, desde el albor de
los siglos, han sido siempre consideradas, y se consideran aún en nuestros días sobre la
tierra, como "secretas" por todas las categorías de iniciados y cuyo descubrimiento, según la
convicción de éstos, hasta puede resultar funesto para el hombre ordinario.
Ustedes deben saber que en la Tierra, en casi todas las épocas,
las personas que merecían llegar a ser verdaderos iniciados estaban divididas en tres
categorías:
Los iniciados que pertenecían a la primera categoría eran
aquellos que, gracias a su sufrimiento voluntario y a su trabajo consciente, alcanzaban un
alto grado de Ser; recibían entonces el título de "Santos". A la segunda categoría
pertenecían aquellos que, gracias a los mismos factores, adquirían una cantidad considerable de
informaciones de toda clase y se hacía preceder sus nombres del título de "Doctos". En
cuanto a los iniciados de la tercera
categoría que, gracias también a estos mismos factores,
alcanzaban a la vez el Ser y llegaban aconocer un gran número de verdades objetivas, sus nombres se
acompañaban entonces del título de "Sabios".
El primero de estos secretos es que el hombre se puede servir,
como medio de perfeccionamiento de sí, de cierta propiedad presente en su
psiquis y que de hecho es de carácter muy negativo. Sin embargo esta propiedad puede servir
de ayuda para el perfeccionamiento de sí. Ella existe de manera general en todos
los hombres, en particular en nuestros contemporáneos y muy especialmente en ustedes: no es
otra cosa que lo que muchas veces he condenado y que cada uno considera, por cierto, como
una manifestación indigna del hombre que ha alcanzado la edad responsable -exceptuado él
mismo, por supuesto- a saber, lo que se llama "autoengaño".
A pesar de lo ilógico que parece a primera vista tal aserción,
que no corresponde a ningún razonamiento humano sensato, esta propiedad, indigna de la
psiquis de un hombre adulto,
puede aprovecharse, en efecto consciente mente para esta meta
infinitamente grande y esto porque la percepción de las verdades relativas a las
posibilidades del perfeccionamiento de sí, así como la elaboración efectiva de lo que éste requiere, deben
operarse no en el consciente ordinario del hombre -que en estos casos no tiene casi ninguna
importancia- sino en lo que se llama su subconsciente. Y, puesto que, debido a las
circunstancias accidentales de toda clase,
originadas en diversas anomalías de nuestra vida ordinaria, le
ha llegado a ser imposible al hombre y, en particular, al hombre contemporáneo, el recibir y
el "digerir" nada directamente
con su subconsciente, le es necesario entonces -como lo han
probado experimentalmente en el transcurso de numerosos siglos, seres de Razón pura- emplear un
medio especial para tocar su
subconsciente gracias a una indicación razonable,
accidentalmente aprehendida por su consciente ordinario y que no sea contraria a su instinto; ya que esto no lo puede hacer sino valiéndose de la imaginación
automistificadora que le es inherente.
Si han comprendido, sin la menor duda, qué deben hacer y cómo
deben hacerlo y si, realmente, ustedes tienen la esperanza de llegar allí algún día,
para comenzar les es necesario imaginar a menudo -pero imaginar solamente-que eso ya está en
ustedes.
Y es necesario, ante todo, a fin de que la conciencia que se
despierta en ustedes durante el
estado activo pueda mantenerse durante el estado pasivo.
Para la comprensión correcta del significado de este primer "ejercicio de ayuda" ante todo es necesario saber que cuando un hombre normal -es decir un hombre
que ya tiene su propio
"Yo", su "voluntad" y todas las otras
propiedades del hombre verdadero- pronuncia en voz alta o en sí mismo las palabras, "Yo soy", siempre se
produce en su "plexo solar", una "resonancia", es decir, una especie de vibración, un
sentimiento o algo parecido.
Esta especie de "resonancia" también puede producirse
en otras partes de su cuerpo pero con la condición que, cuando pronuncie estas palabras, su atención
esté intencionalmente concentrada sobre estas partes.
El hombre ordinario que aún no tiene datos para esta resonancia
natural pero que conoce la existencia de este hecho y realiza los esfuerzos conscientes
para que se constituyan en él los verdaderos datos que forman parte de la presencia general de un
hombre verdadero, si pronuncia a menudo y correctamente estas mismas palabras, aún
vacías para él y si imagina que esta "resonancia" tiene lugar en él, puede, así a
la larga, por frecuentes repeticiones,
adquirir el "inicio teórico" de una posibilidad para
la formación efectiva de estos datos.
Para comenzar, quien se ejercita de esta manera debe imaginar,
cuando pronuncia las palabras "Yo soy", que esta resonancia ya se está efectuando en
su plexo solar.
A propósito de esto, es curioso señalar aquí, que por medio de
una concentración intencional de esta resonancia sobre una parte cualquiera de su cuerpo, un
hombre puede poner fin a toda falta de armonía surgida en esta parte del cuerpo; es decir, que
él puede, por ejemplo, deshacerse de su dolor de cabeza al concentrar la resonancia en
la zona de la cabeza en la que tenga una sensación de dolor.
Al principio, es necesario pronunciar las palabras, "Yo
soy", muy a menudo y tratar de no olvidar nunca de experimentar esta resonancia en el plexo solar. Si no se experimenta esta resonancia, ni siquiera en la
imaginación, el pronunciar en voz alta, o para sí mismo, las palabras, "Yo soy", no tendrá
ningún significado.
El pronunciarlas sin esta resonancia tendrá el mismo efecto que
el pensamiento asociativo automático, es decir, un aumento, en la atmósfera de nuestro
planeta, de lo que determina en nosotros, por la percepción que tenemos de ello y por su fusión
con nuestro segundo alimento, una necesidad irresistible de destruir los diferentes tempos de
nuestra vida ordinaria, mal que
bien establecidos en el curso de los siglos.
Este segundo ejercicio, como ya lo he dicho, es sólo
preparatorio; y es sólo cuando ustedes hayan adquirido "destreza" en la experiencia de este
proceso imaginado en ustedes mismos, que les daré los detalles complementarios para obtener en
ustedes resultados reales.
Primeramente, concentren la mayor parte de su atención en las
palabras mismas: "Yo soy"; la otra parte concéntrenla en el plexo solar y la resonancia se
efectuará, poco a poco, por sí
misma.
Al comienzo, sólo es necesario adquirir, en cierta forma, el
"sabor" de estos impulsos que todavía ustedes no tienen en sí mismos y que por el momento los
pueden simplemente designar con las palabras "Yo soy", "Yo
puedo", "Yo quiero". "Yo soy, yo puedo, yo soy poder".
"Yo soy, yo quiero, yo soy querer".
Para concluir mis explicaciones sobre este ejercicio de ayuda,
repetiré una vez más, pero en otros términos, lo que ya he dicho.
Si "yo soy", sólo entonces "yo puedo". Si
"yo puedo", sólo entonces merezco y tengo el derecho objetivo de "querer".
Sin la facultad de "poder", no hay ninguna posibilidad
de tener nada, no, ni el derecho de tenerlo.
En primer lugar, debemos comprender estas expresiones como si
fueran designaciones exteriores de los impulsos, con el objeto de llegar, a la larga,
a los impulsos mismos.
Si ustedes experimentan varias veces, aunque sea la sensación de
lo que yo he llamado el "sabor" de estos impulsos sagrados para el hombre,
tienen ya mucha suerte, en verdad, porque sentirán entonces como una realidad la posibilidad de adquirir
un día, en su presencia, datos para estos impulsos divinos reales, propios sólo al hombre.
Y sobre estos impulsos divinos se funda, para la humanidad, el
sentido de todo lo que existe en el Universo, comenzando por el átomo para terminar con todo
lo que existe como un todo y, entre otras cosas, hasta vuestros dólares.
Para permitirles la asimilación completa de estos dos
"ejercicios de ayuda" o, como también se les podría llamar, estos "ejercicios
preparatorios", con el fin de adquirir la maestría del ejercicio principal, encuentro necesario advertirles, desde el
inicio de la formación de este grupo, compuesto por personas que persiguen todas una sola y
misma meta, que hay una condición indispensable para el pleno cumplimiento de esta meta
común; esta condición
consiste en ser sinceros en sus relaciones mutuas.
Tal como he podido saberlo, por diversas fuentes auténticas,
dicha sinceridad era la condición imperiosa, por encima de cualquier otra, exigida a los hombres
de todos los tiempos pasados, cualquiera que fuese su grado de intelectualidad, cada vez que
se reunían para alcanzar juntos una meta común.
A mi parecer, sólo el cumplimiento de esta condición
indispensable al trabajo colectivo, tal como ha sido propuesto, permitirá llegar a un verdadero
resultado con relación a esta meta, ya casi inaccesible para los hombres contemporáneos.
Cada uno de ustedes, al participar con igualdad de derechos en
el grupo nuevamente formado para alcanzar un solo y mismo "ideal", debe luchar,
sin cesar, contra los impulsos indignos del hombre que inevitablemente surgen en él, tales como el
"amor propio", el "orgullo", la "vanidad" y así sucesivamente y no tener vergüenza de
ser sinceros en sus respuestas, sus observaciones y sus comprobaciones sobre los ejercicios que yo
les habré dado.
Toda información que venga de uno cualquiera de ustedes,
relativa al esclarecimiento de los diversos detalles de este primer ejercicio, que en este momento
es para todos ustedes el centro de gravedad, puede revelarse, en este trabajo en común, de un
gran valor para ayudarse unos a otros.
En tales casos no deben tener temor de ser sinceros entre
ustedes.
Al trabajar, para resolver cuestiones referentes a esta gran
meta común, cada uno de ustedes debe siempre comprender y sentir instintivamente que en ciertos
aspectos son ustedes todos
parecidos y que el bien de uno depende del bien de los otros.
Ninguno de ustedes, aisladamente, es capaz de hacer nada que sea
real; por consiguiente, aunque sólo sea con un fin egoísta, ayúdense unos a otros en
este grupo recientemente formado que también podría llamarse una hermandad. Cuanto más
sinceros sean, unos hacia otros, tanto más útiles serán, unos a otros.
Por supuesto, sean sinceros, pero sólo aquí, en el grupo y sobre
las cuestiones relativas a su meta común.
La sinceridad hacia todo el mundo es una debilidad, una
esclavitud e incluso un síntoma de histeria.
Aunque el hombre normal deba demostrar su capacidad de ser
sincero, le es necesario también saber cuándo, dónde y con qué fin es necesario ser
sincero.
En el presente caso, es deseable el ser sincero. Por
consiguiente, hablen sin restricciones de todos los resultados que obtienen al hacer esta clase de
ejercicio.
Antes de darles explicaciones detalladas sobre este tema, juzgo
necesario hablarles un poco de la totalidad específica de resultados que engendra, en la
psiquis humana, el funcionamiento general de lo que se llama "atención".
Aun en el estado pasivo, esta atención, en el hombre normal, al
provenir de la fusión proporcional de los resultados de las acciones correspondientes
de las tres partes independientemente automatizadas de su individualidad integral,
constituye siempre un todo; sin embargo, en el estado activo, tal hombre puede además
concentrar conscientemente la totalidad de esta atención, ya sea sobre una parte de su
presencia general, o sobre cualquier
cosa que le sea exterior, con tal fuerza de
"concentración", que todas las asociaciones que se desenvuelven automáticamente en él -y que, al ser resultados,
conformes a la ley, del funcionamiento general de su organismo, deberán siempre
proseguir mientras viva- dejarán totalmente de molestarlo.
Se podría además resaltar ahora que, como lo establecen claramente informaciones auténticas que nos han llegado del más remoto pasado, ciertos sabios habían
demostrado, de manera
indudable, que esta corriente de asociaciones automáticas jamás
cesa mientras el hombre esté con vida y que, en ciertas personas, las asociaciones continúan
por inercia durante varios días después de la muerte.
Ya que hablo de las asociaciones que fluyen automáticamente en
el hombre, podría, aprovechando la oportunidad, "arrojar una luz" sobre
otro aspecto, insignificante a primera vista, de la fenomenal idiotez de la gente que, en su
ingenuidad, le da importancia a todos sus estúpidos "sueños".
Cuando un hombre duerme de verdad, normalmente, su atención
-cuya calidad condiciona, por así decirlo, el "grado" de diferencia entre el
estado de vigilia y el de sueño- duerme también; en otras palabras, su atención, de acuerdo con
propiedades innatas, se acumula en él con una fuerza correspondiente a la intensidad de las
manifestaciones que se le impondrán posteriormente.
Pero sucede que debido a una falta de armonía cualquiera en el
funcionamiento general del organismo de un hombre -resultado muy a menudo de un gasto
anormal, durante su estado de
vigilia, de la energía acumulada conforme a la ley- esta función
de la psiquis general no puede realizarse normalmente mientras duerme; a partir de entonces,
las asociaciones que fluyen en
él y que registran una atención dispersa "aquí y
allá", engendran estos famosos sueños, dicho de otra manera, esta estupidez humana.
Un hombre normal puede dividir la atención global de la que les
he hablado en dos, o incluso en tres, partes diferentes y puede concentrar, cada una de
ellas, en objetos independientes, en él o fuera de él.
Con el propósito de dar mayor eficacia al trabajo de nuestro
nuevo grupo y aun antes de explicar cómo hacer este segundo ejercicio de ayuda, me es
necesario decir que a partir del momento en que me tracé el plan detallado para mi Instituto del
cual he hablado muchas
veces aquí, ya convencido de la imposibilidad de formular exactamente, en palabras, los delicados puntos técnicos de los ejercicios o experimentos
intencionales con miras al perfeccionamiento de sí; y dado que conocía la existencia, entre
nuestros antepasados lejanos, de un método especial destinado a poder captar mejor las nuevas
informaciones, método que se basa en lo que se llamaba entonces el "principio de
enseñar con el ejemplo", introduje este método en el programa general y lo usé frecuentemente y puesto
que también tengo la intención de emplearlo cuando el trabajo comience en este nuevo
grupo de seguidores de mis ideas, considero oportuno y beneficioso, para hacer que se
comprenda la técnica de este segundo ejercicio de ayuda, el seguir desde ahora este método,
el único verdadero a mi
parecer y el único útil en casos semejantes.
En este momento, como ustedes lo ven, estoy sentado entre
ustedes y aunque estoy mirando al señor L., yo estoy dirigiendo intencionalmente toda mi atención,
que ustedes no están en
condiciones de ver, hacia mi pie; por consiguiente, cualquiera
que sea la manifestación del señor L. que aparezca en el campo de mi visión, la percibo
solamente de manera automática, porque en este instante, mi atención, en su totalidad, se
encuentra concentrada en otro lugar.
Voy ahora a dividir intencionalmente esta totalidad de mi
atención en dos partes iguales.
Dirijo consciente-mente la primera mitad hacia la comprobación
ininterrumpida y la sensación continua del proceso de respiración que se efectúa en mí.
Mediante esta parte de mi atención, yo siento distintamente que
algo pasa en mí mientras respiro.
Siento primero claramente que cuando aspiro el aire, la mayor
parte de este aire, después de haber pasado por mis pulmones, regresa al exterior, mientras que
la parte menor se queda ahí, en cierto modo se ha establecido allí; y ahora siento que ella
penetra poco a poco al interior, como si se propagara por todo mi organismo.
Debido a que sólo la mitad de mi atención está ocupada en
observar el proceso de respiración que se efectúa en mí, todas las asociaciones
"mentales", "emocionales" y "reflejas", que fluyen de manera automática en mi presencia habitual, continúan
siendo percibidas por la parte disponible de mi atención y obstaculizan a la otra parte
de mi atención intencionalmente dirigida sobre un objeto determinado, pero ya en menor grado. Ahora, dirijo la segunda mitad de mi atención hacia mi cabeza a
fin de observar y, de ser
posible, seguir claramente todo proceso que ahí se efectúe.
Y ya comienzo a sentir allí, en el seno de esta totalidad de
asociaciones desarrollándose automáticamente, el surgimiento de algo muy fino, casi
imperceptible para mí.
No sé exactamente lo que es, ni deseo saberlo, pero compruebo,
de manera precisa, percibo y siento que es "algo" bien definido que emerge del
desarrollo automático, en mi cabeza, de asociaciones que vienen de impresiones previas percibidas
conscientemente.
Mientras esta segunda mitad de mi atención está ocupada de esta
manera, la primera continúa vigilando sin interrupción, con un "interés
concentrado", los efectos del proceso de mi respiración.
Ahora, dirigiendo conscientemente la segunda mitad de mi
atención, sin cesar un instante de "recordarme de mí mismo en mi totalidad", ayudo a este
algo que ha aparecido en mí a que
fluya directamente desde mi cabeza hacia mi plexo solar. Lo
siento fluir. Ya no veo desarrollarse en mí ninguna asociación automática.
Habiendo finalizado esta especie de
"monólogo", volví a hablarles de la manera habitual.
Aunque haya hecho este ejercicio delante de ustedes para permitirles captar con el ejemplo todos los detalles y que, por consiguiente, lo haya hecho en
condiciones que no me dejaban la
posibilidad de acumular plenamente, en mi presencia general, el
resultado benéfico que puede aportar, no dejo de comenzar, en este mismo instante, a sentirme
incomparablemente mejor que antes de emprender esta explicación demostrativa.
Debido a que mi "plexo solar" absorbía intencional y
directamente los resultados, en conformidad con las leyes, del aire que respiraba, así como los
resultados depositados en mi
cabeza por impresiones anteriores conscientemente percibidas,
siento ahora, enteramente, que "Yo soy", que "Yo puedo", y que "Yo
puedo querer".
En cuanto a ustedes, por favor, no se entusiasmen ni se animen
demasiado por mi estado ya que están muy sensibilizados por ello en este momento y
desearían además adquirirlo.
De momento nada parecido le puede ocurrir a ninguno de ustedes.
Si este ejercicio, que debí hacer ante ustedes para explicarlo, produjo, en mi presencia general, un efecto del cual todos ustedes han sentido la
realidad, es porque ya tengo un "Yo" individual completamente determinado y porque la totalidad de
los elementos, del cual está compuesto, ya está más o menos adaptada a los resultados de las
impresiones correspondientes y puedo controlarlas en conformidad con las
leyes.
De esta manera, mi "Yo" absorbe con mayor intensidad
este alimento apropiado.
Ustedes, por el momento, no deben esperar que la repetición
intencional de este mismo ejercicio produzca en ustedes un resultado tan preciso.
Por el momento no hagan este ejercicio con el objeto de ser
fuertes; para ustedes no es aún sino una preparación con el fin de poder adquirir un día su
propio "Yo" y llegar a reconocer, con indiscutible certidumbre, estas dos fuentes verdaderas de
donde puede nacer el "Yo".
Y ahora, sin filosofar, sin entregarse a sus habituales
discusiones, tan nocivas para ustedes, traten sólo de comprender todo lo que he dicho hoy, luego hagan
este ejercicio por sí mismos,pero sin la menor esperanza ni la menor expectativa de un
resultado determinado.
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