Todos los caminos que conducen a la inmortalidad —los que son generalmente conocidos y los otros— pueden dividirse en tres categorías: 1. El camino del faquir. 2. El camino del monje. 3. El camino del yogui.

La inmortalidad no es una propiedad con la que nace el hombre, 
pero ella puede ser adquirida. 


Todos los caminos que conducen a la inmortalidad —los que son generalmente conocidos y los otros— pueden dividirse en tres categorías:

1. El camino del faquir.
2. El camino del monje.
3. El camino del yogui.


"El camino del faquir es el de la lucha con el cuerpo físico. es el camino del trabajo sobre la primera habitación. Es largo. difícil y dudoso. El faquir se esfuerza en desarrollar la voluntad física, el poder sobre el cuerpo. Lo obtiene mediante terribles sufrimientos, torturando al cuerpo. Todo el camino del faquir está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Se mantiene de pie, en la misma posición, sin movimiento alguno, durante horas, días, meses o años; o bien, sentado sobre una piedra desnuda, bajo el sol, bajo la lluvia, bajo la nieve, mantiene los brazos extendidos o bien se tortura con fuego o con un hormiguero en el que pone sus piernas desnudas, y así sucesivamente. Si no se enferma o no muere, se desarrolla en él lo que puede llamarse la voluntad física y obtiene entonces la cuarta habitación, es decir, la posibilidad de formar el cuarto cuerpo. Pero sus otras funciones —emocionales, intelectuales— permanecen sin desarrollar. Ha conquistado la voluntad, pero no tiene nada en qué poderla aplicar, no puede hacer uso de ella para adquirir el conocimiento o perfeccionarse a sí mismo. Por lo general está demasiado viejo para iniciar un trabajo nuevo.
"Pero ahí donde hay escuelas de faquires, también hay escuelas de yoguis. Por lo general los yoguis no pierden de vista a los faquires y si un faquir obtiene lo que anhela antes de ser demasiado viejo lo llevan a una de sus escuelas para curarlo; restablecen en él su poder de movimiento, después de lo cual comienzan a enseñarle. Un faquir tiene que volver a aprender a hablar y a caminar como si fuera un niño. Pero ahora tiene una voluntad que ha superado dificultades increíbles y ésta podrá ayudarlo a vencer las dificultades que todavía lo esperan en la segunda parte de su camino, en la que se tratará de desarrollar las funciones intelectuales y emocionales.
"Ustedes no se pueden imaginar las pruebas a las que se someten los faquires. Yo no sé si ustedes han visto a los verdaderos faquires. Por mi parte he encontrado muchos; me acuerdo de uno de ellos que vivía en el patio interior de un templo de la India; hasta he dormido a su lado. Día y noche, durante veinte años, se había mantenido sobre la punta de los dedos de las manos y de los pies. Ya no podía enderezarse ni desplazarse, sus discípulos lo transportaban y lo llevaban al río, donde lo lavaban como a un objeto. Pero resultados de esta clase no se obtienen en un día. Piensen en todo lo que ha tenido que sobrellevar, en las torturas que ha debido sufrir para alcanzar este grado.
"Y un hombre no se convierte en faquir debido a sentimientos religiosos o porque comprende las posibilidades y los resultados de este camino. En todos los países del Oriente donde existen faquires, la gente del pueblo tiene la costumbre de prometer a los faquires el niño nacido después de algún acontecimiento feliz. También se da el caso de que los faquires adopten huérfanos o le compren sus niños a los indígenas. Éstos se convierten en sus alumnos y los imitan, ya sea de buen grado o constreñidos a hacerlo; algunos lo hacen sólo en apariencia, pero hay otros que se convierten realmente en faquires.
"Además, otros siguen este camino simplemente por haber sido fuertemente impresionados al ver a algún faquir. Cerca de todos los faquires que se pueden ver en los templos, se encuentra gente que los imita, sentados o de pie, en la misma postura. Naturalmente que no lo hacen por mucho tiempo, pero algunas veces durante largas horas. Y sucede también que un hombre que ha entrado accidentalmente en un templo, en un día de fiesta, después de haber comenzado por imitar a algún faquir que lo había impresionado, no regresa más a su hogar, sino que se une a la multitud de discípulos; más tarde él mismo llegará a ser faquir. Ustedes deben comprender que en estos casos yo no le doy a la palabra faquir su sentido propio. En Persia el término faquir significa simplemente un mendigo; en la India, los juglares, los saltimbanquis, a menudo se denominan ellos mismos faquires. Y los europeos, especialmente los europeos cultos, le dan a menudo el nombre de faquir a los yoguis, lo mismo que a los monjes errantes de diversas órdenes.
"Pero en realidad, el camino del faquir, el camino del monje y el camino del yogui, son enteramente diferentes. Hasta ahora no he hablado sino de los faquires. Es el primer camino.





"El segundo es el del monje. Es el camino de la fe, del sentimiento religioso y de los sacrificios. Un hombre que no tuviera muy fuertes emociones religiosas y una imaginación religiosa muy intensa, no podría llegar a ser un «monje» en el verdadero sentido de la palabra.
El camino del monje es también muy duro y muy largo. El monje pasa años y decenas de años luchando contra sí mismo; pero todo su trabajo está concentrado sobre la segunda habitación, sobre el segundo cuerpo, es decir, sobre los sentimientos. Sometiendo todas sus otras emociones a una sola, que es la fe, desarrolla en sí mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones, y por este camino alcanza la cuarta habitación. Pero su cuerpo físico y sus capacidades intelectuales pueden quedarse sin desarrollo. Para poder servirse de lo que él habrá obtenido, tendrá que cultivarse física e intelectualmente. Esto no se podrá realizar sino por medio de nuevos sacrificios, de nuevas austeridades, de nuevos renunciamientos. Un monje tiene que llegar a ser un yogui y un faquir. Son muy escasos los que llegan tan lejos; más escasos aún los que llegan a triunfar sobre todas las dificultades. La mayoría muere antes de arribar a esto o no llega a ser «monjes» sino en apariencia.



"El tercer camino es el del yogui. Es el camino del conocimiento, el camino del intelecto. El yogui trabaja sobre «la tercera habitación» para llegar a penetrar en la cuarta por medio de sus esfuerzos intelectuales. El yogui llega a alcanzar «la cuarta habitación» al desarrollar su intelecto, pero su cuerpo y sus emociones quedan sin desarrollarse y, como el faquir y el monje, es incapaz de sacar partido de su victoria. Lo sabe todo pero no puede hacer nada. Para ser capaz de hacer debe conquistar el dominio sobre su cuerpo, sobre sus emociones, es decir sobre la primera y la segunda habitación. Para lograr esto, le es necesario comenzar a trabajar de nuevo, y no obtendrá resultados sin esfuerzos prolongados. En este caso, sin embargo, él tiene la ventaja de comprender su posición, de conocer lo que le falta, lo que debe hacer, y la dirección que debe seguir. Pero, así como en el camino del faquir o del monje, también en el del yogui son muy escasos los que adquieren tal conocimiento, ES decir, obtienen el nivel en el que un hombre puede saber a dónde va. La mayoría se detiene en un cierto grado de desarrollo y no va más lejos.
"Los caminos también difieren mucho los unos de los otros en relación al maestro, o al guía espiritual.
"En el camino del faquir un hombre no tiene maestro en el verdadero sentido de la palabra. En este caso, el maestro no enseña, simplemente sirve de ejemplo. El trabajo del alumno se limita a imitar al maestro.
"El hombre que sigue el camino del monje tiene un maestro y parte de sus deberes, parte de su tarea, consiste en tener una fe absoluta en él, en someterse por completo a su maestro, en obedecer. Pero lo esencial en el camino del monje es la fe en Dios, el amor a Dios, los esfuerzos ininterrumpidos para obedecer a Dios y servirlo, aunque en su comprensión de la idea de Dios y del servicio de Dios, pueda haber una gran parte de subjetividad y muchas contradicciones.
"En el camino del yogui no hay que hacer nada, y no se debe hacer nada, sin un maestro. El hombre que emprende este camino, al comienzo debe imitar a su maestro como el faquir y creer en él como el monje. Pero después, paulatinamente, llega a ser su propio maestro, aprende los métodos de su maestro y gradualmente se ejercita en aplicárselos a sí mismo.
"Pero todos los caminos, tanto el del faquir como el del monje y el del yogui, tienen un punto en común. Todos comienzan por lo que es más difícil, un cambio total de vida, un
renunciamiento a todo lo que es de este mundo. Un hombre que tiene un hogar, una familia, debe abandonarlos, debe renunciar a todos los placeres, apegos y deberes de la vida, y partir al desierto, entrar en un monasterio o en una escuela de yoguis. Desde el primer día, desde el primer paso sobre el camino, debe morir para el mundo; sólo así puede esperar obtener algo en uno de estos caminos.
"Para captar la esencia de esta enseñanza es indispensable darse cuenta cabal de que los caminos son los únicos métodos capaces de asegurar el desarrollo de las posibilidades ocultas del hombre. Además muestra cuán raro y difícil es un desarrollo de esta clase. El desarrollo de estas posibilidades no es una ley. La ley para el hombre es una existencia dentro del círculo de las influencias mecánicas, es el estado del «hombre-máquina». El camino del desarrollo de las posibilidades ocultas es un camino contra la naturaleza, contra Dios. Esto explica las dificultades y el carácter exclusivo de los caminos. Son estrictos y estrechos. Sin embargo, nada se puede alcanzar sin ellos. En el océano de la vida ordinaria, y especialmente de la vida moderna, los caminos aparecen sólo como un fenómeno minúsculo, apenas perceptible, que desde el punto de vista de esta vida no tiene la menor razón de ser. Pero este fenómeno minúsculo contiene en sí mismo todo cuanto el hombre dispone para el desarrollo de sus posibilidades ocultas. Los caminos se oponen a la vida de todos los días que está basada en otros principios y sometida a otras leyes. He aquí el secreto de su poder y de su significación. En una vida ordinaria, aunque esté llena de intereses filosóficos, científicos, religiosos o sociales, no hay nada y no puede haber nada en ella que ofrezca las posibilidades contenidas en los caminos. Porque éstos llevan al hombre o pueden llevarlo a la inmortalidad. La vida mundana, aun la más exitosa, lleva a la muerte y no puede llevar a ninguna otra cosa. La idea de los caminos no puede ser comprendida si se admite la posibilidad de la evolución del hombre sin su ayuda.
"Por regla general, es duro para un hombre resignarse a esta idea; le parece exagerada, injusta y absurda. Tiene una comprensión pobre del sentido de la palabra «posibilidad». Se imagina que si tiene algunas posibilidades en sí mismo, éstas tendrán que desarrollarse y que por cierto los medios de desarrollo están a su alcance. Partiendo de un total rechazo a reconocer en sí mismo cualquier clase de posibilidad, por lo general el hombre pasa súbitamente a la imperiosa exigencia de su desarrollo inevitable. Para él es difícil adaptarse a la idea de que sus posibilidades no sólo pueden permanecer en su estado actual de infra-desarrollo, sino aun atrofiarse definitivamente, y que por lo tanto su desarrollo reclama de él prodigiosos y perseverantes esfuerzos. De una manera general, si consideramos a las personas que no son ni faquires, ni monjes, ni yoguis, y de las que podemos afirmar sin temor que jamás serán faquires, monjes o yoguis, estamos en condición de afirmar con certeza absoluta que sus posibilidades no pueden ser desarrolladas y que no se desarrollarán jamás. Es indispensable persuadirse profundamente de esto para comprender lo que voy a decir.
"En las condiciones ordinarias de la vida civilizada, la situación de un hombre, aun inteligente, que busca el conocimiento, es sin esperanza, porque no tiene la menor posibilidad de encontrar alrededor de él algo que se asemeje a una escuela de faquires o a una escuela de yoguis. En cuanto a las religiones del Occidente, han degenerado hasta tal punto que desde hace mucho tiempo ya no hay nada viviente en ellas. En fin, del lado «ocultista» o «espiritista», ya no hay nada que esperar sino experiencias ingenuas.
"La situación seria realmente desesperada, si no existiese otra posibilidad, la de un cuarto camino.
"El cuarto camino no exige que uno se retire del mundo, no exige que uno abandone todo aquello por lo que se ha vivido hasta el momento. Este camino comienza mucho más lejos que el del yogui. "Esto significa que es necesario estar preparado para entrar en el cuarto camino, y que esta preparación, que es de las más serias, tiene que adquirirse en la vida ordinaria y aplicarla sobre muchos lados diferentes. Además, el hombre que quiere seguir el cuarto camino tiene que reunir en su vida condiciones favorables al trabajo, o por lo menos aquellas que no lo hagan imposible; porque es necesario convencerse de que tanto en la vida exterior como en la vida interior, ciertas condiciones pueden constituir barreras infranqueables para el cuarto camino. Añadamos aún, que este camino, contrariamente al del faquir, al del monje y al del yogui, no tiene una forma definida. Ante todo, tiene que ser hallado. Es la primera prueba. Y es difícil, porque el cuarto camino es mucho menos conocido que los otros tres caminos tradicionales. Son numerosas las personas que nunca han oído hablar de él o que niegan simplemente su existencia o aun su posibilidad.
"Sin embargo, el comienzo del cuarto camino es más fácil que el comienzo de los caminos del faquir, del monje y del yogui. Es posible seguir el cuarto camino y trabajar en él mientras uno continúa atendiendo sus ocupaciones ordinarias, en las condiciones habituales de la vida, sin cortar las relaciones que uno tiene con la gente, sin abandonar nada. Este camino no exige el renunciamiento. Por el contrario, las condiciones de vida en las que un hombre se encuentra cuando emprende el trabajo —o en las que el trabajo lo sorprende, por así decirlo— son las mejores posibles para él, por lo menos al comienzo. Porque ellas le son naturales. Ellas son el hombre mismo, porque la vida de un hombre y sus condiciones corresponden a lo que él es.
La vida las ha creado a su medida; por consiguiente, cualquier otra condición sería artificial, y en este caso el trabajo no podría tocar inmediatamente todos los lados de su ser.
"De esta manera, el cuarto camino alcanza simultáneamente todos los lados del ser humano.
Es un trabajo inmediato sobre las tres habitaciones a la vez. El faquir trabaja sobre la primera habitación, el monje sobre la segunda, el yogui sobre la tercera.
Cuando alcanzan la cuarta habitación, el faquir, el monje y el yogui dejan atrás muchas tareas incumplidas y no pueden hacer uso de lo que han alcanzado porque no dominan todas sus funciones. El faquir es amo de su cuerpo, pero no de sus emociones, ni de sus pensamientos; el monje es amo de sus emociones, pero no de su cuerpo, ni de su pensamiento; el yogui es amo de su pensamiento, pero no de su cuerpo, ni de sus emociones.
"Por lo tanto el cuarto camino difiere de los otros, en que exige del hombre ante todo la comprensión. El hombre no debe hacer nada sin comprender — salvo a título de experimento, bajo el control y la dirección de su maestro. Cuanto más comprenda un hombre lo que hace, tanto más valor tendrán los resultados de sus esfuerzos. Es un principio fundamental del cuarto camino. Los resultados obtenidos en el trabajo son proporcionales a la conciencia que uno tiene de ese trabajo. No se requiere «fe» en este camino, por el contrario, la fe de cualquier naturaleza que fuera, es aquí un obstáculo. En el cuarto camino, un hombre tiene que asegurarse por sí mismo de la verdad de lo que se le dice, y en tanto que no haya adquirido esta certidumbre, no debe hacer nada.


"El método del cuarto camino es el siguiente: si uno comienza un trabajo sobre una habitación, debe emprender simultáneamente un trabajo correspondiente sobre las otras dos.
En otros términos, mientras uno trabaja sobre el cuerpo físico, hay que trabajar simultáneamente sobre el pensamiento y sobre las emociones; mientras uno trabaja sobre el pensamiento hay que trabajar sobre el cuerpo físico y las emociones; mientras se trabaja sobre las emociones, hay que trabajar sobre el pensamiento y sobre el cuerpo físico. Lo que permite llegar a esto es que en el cuarto camino es posible hacer uso de un cierto saber, inaccesible en los caminos del faquir, del monje y del yogui. Este saber proporciona la posibilidad de un trabajo en las tres direcciones a la vez. Toda una serie de ejercicios paralelos sobre los tres planos, físico, mental y emocional, sirven a esta meta. Aun más, en el cuarto camino es posible individualizar el trabajo de cada uno; dicho de otro modo, cada uno no debe hacer sino lo que le es necesario, y nada de lo que no tiene utilidad para él. Porque el cuarto camino pone de lado todo lo superfluo que se mantiene en los otros caminos simplemente por rutina.
"De esta manera, cuando un hombre alcanza la voluntad por el cuarto camino, se puede servir de ella, porque ha adquirido el control de todas sus funciones físicas, emocionales e intelectuales. Y por añadidura, ha ahorrado mucho tiempo al trabajar a la vez, paralelamente, sobre los tres lados de su ser.
"A veces al cuarto camino se le llama el camino del hombre ladino. El «hombre ladino» conoce un secreto que no conocen el faquir, el monje ni el yogui. Cómo ha aprendido este secreto el hombre ladino — nadie lo sabe. Quizás lo ha encontrado en un libro antiguo, quizás lo ha heredado, quizás lo ha comprado o a lo mejor se lo ha robado a alguien. No importa. El hombre ladino conoce el secreto y con su ayuda, deja muy atrás al faquir, al monje y al yogui.
"Entre los cuatro, el faquir es el que actúa de la manera más tosca; sabe muy poco, y comprende muy poco. Supongamos que después de un mes de torturas intensivas, llega a desarrollar cierta energía, cierta substancia que produce en él cambios definidos. Esto lo hace absolutamente en la oscuridad, con los ojos cerrados, sin conocer ni la meta, ni los métodos, ni los resultados, por simple imitación.
"El monje sabe un poco mejor lo que quiere; lo guía su sentimiento religioso, su tradición religiosa, un deseo de realización, de salvación; tiene fe en su maestro que le dice lo que debe hacer y cree que sus esfuerzos y sacrificios «complacen a Dios». Supongamos que en una semana de ayuno, de oraciones continuas, de privaciones y penitencias, llega a alcanzar lo que el faquir no ha podido desarrollar en sí mismo sino en un mes de torturas.
"El yogui sabe mucho más. Sabe lo que quiere, sabe por qué lo quiere y sabe cómo lo puede alcanzar. Sabe, por ejemplo, que para arribar a sus fines, tiene que desarrollar en él cierta substancia. Sabe que esta substancia se puede producir en un día, a través de cierta clase de ejercicio mental o a través de concentración intelectual. De este modo, fija su atención sobre un ejercicio por un día entero, sin permitirse una sola idea ajena, y así obtiene lo que necesita.
De esta manera, en sólo un día, un yogui llega a lo mismo que llega el monje en una semana y el faquir en un mes.




"Pero en el cuarto camino, el conocimiento es aún más exacto y más perfecto. El hombre que lo sigue conoce con precisión qué substancias necesita para alcanzar sus fines y sabe que estas substancias pueden ser elaboradas en el cuerpo por un mes de sufrimiento físico, una semana de tensión emocional o un día de ejercicios mentales — y también, que estas substancias pueden ser introducidas desde afuera en el organismo, si se sabe cómo arreglárselas. Y así, en lugar de perder un día entero en ejercicios como el yogui, una semana en oraciones como el monje o un mes en suplicios como el faquir, el hombre que sigue el cuarto camino se contenta con preparar y engullir una pequeña píldora que contiene todas las substancias requeridas y de esta manera sin pérdida de tiempo obtiene los resultados deseados."
—Igualmente hay que tener en cuenta, dijo G., que fuera de estos caminos justos y legítimos, hay también caminos artificiales, que no dan sino resultados temporales, y caminos francamente malos que aun pueden dar resultados permanentes, pero nefastos. Igualmente en estos caminos el hombre busca la llave de la cuarta habitación y algunas veces la encuentra. Pero lo que encuentra en la cuarta habitación, nadie lo sabe.
"También sucede que la puerta de la cuarta habitación sea abierta artificialmente, por medio de una ganzúa.
"Y en estos dos casos se puede encontrar la habitación vacía."
Durante una de las reuniones siguientes, se abordó una vez más la cuestión de los caminos.
—Para un hombre de cultura occidental, dije, naturalmente es difícil creer y aceptar la idea de que un faquir ignorante, un monje ingenuo, o un yogui retirado del mundo pueda estar en el camino de la evolución mientras que un europeo cultivado, armado de su «ciencia exacta» y de los últimos métodos de investigación, no tiene ninguna oportunidad y gira en un círculo del cual no puede esperar salir.
—Sí, esto es porque la gente cree en el progreso y en la cultura, dijo G. Pero no hay ningún progreso, de ninguna clase. Nada ha cambiado en miles de años. Sólo la forma exterior cambia. La esencia no cambia. El hombre sigue siendo exactamente igual. La gente «culta» y «civilizada» vive movida por los mismos intereses que los salvajes más ignorantes. La civilización moderna está basada en la violencia, la esclavitud y las frases bellas. Pero todas las frases bellas sobre la civilización y el progreso no son más que palabras."
Esto no podía dejar de producir en nosotros una impresión particularmente profunda, porque fue dicho en 1916, cuando el último beneficio de la "civilización", bajo la forma de una guerra como el mundo jamás había visto, no hacia sino crecer y ampliarse, arrastrando en su órbita de semana en semana a nuevos millones de hombres.
Recordaba haber visto, unos días antes, en la Liteyny, dos enormes camiones cargados hasta la altura de un primer piso, de muletas nuevas de madera, todavía sin pintar. No sé por qué estos camiones me habían asustado particularmente. En estas montañas de muletas, para las piernas que todavía no habían sido mutiladas, había, con respecto a todas las ilusiones con que la gente se arrulla, una ironía particularmente cínica. A pesar mío, me representé el hecho de que camiones exactamente semejantes rodaban en Berlín, París, Viena, Londres, Roma y Constantinopla. Y actualmente todas estas ciudades, que yo conocía y amaba, justamente en razón de sus diferencias y contrastes, se habían tornado hostiles para mí, así como en adelante serian hostiles entre sí, separadas por nuevos muros de odio y de crimen.
Un día que nos encontrábamos reunidos, hable de aquellos camiones y de su carga de muletas, y de los pensamientos que se habían suscitado en mí.
—¿Qué quiere usted? me dijo G. Los hombres son maquinas. Las máquinas son necesariamente ciegas, inconscientes. No pueden ser de otra manera y todas sus acciones tienen que corresponder a su naturaleza. Todo sucede. Nadie hace nada. El «progreso» y la «civilización», en el sentido real de estas palabras, no pueden aparecer sino al término de esfuerzos conscientes. No pueden aparecer como resultado de accionen inconscientes y mecánicas. ¿Qué esfuerzos conscientes puede hacer una máquina? Y si una máquina es inconsciente, lo son también cien y mil máquinas y cientos de miles y millones de máquinas.
Ahora bien, la actividad inconsciente de millones de máquinas se reúne necesariamente para el exterminio y la ruina. Es precisamente en las manifestaciones inconscientes o involuntarias en las que reside todo el mal. Ustedes no comprenden todavía, y no pueden imaginar todas las consecuencias de esta plaga. Pero llegará el tiempo en que comprenderán."

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