EL PERDÓN DE JESÚS CRISTO


 Recuerden que el mismo Jesús dijo “perdonen para que sean perdonados”, pues de no perdonar a nadie aquí en la Tierra Dios no se apiadara con nosotros al llegar nuestra hora.

 Todas las personas en algún momento son ofendidas de alguna manera, ya sea una traición amorosa, familiar, económica e inclusive la pérdida de un ser, entre miles de opciones, pues Jesús no fue la excepción, durante su vida fue amedrantado, calumniado miles de veces y lo último fue su muerte en la cruz, pero antes de partir y por más de imaginarnos una tortura tan fuerte como ser clavado de manos y pies sin mencionar los azotes y corona de espinas, Jesús mismo perdono a quienes lo llevaron allí.
Si Jesús pudo hacer esto tú también puedes, no es fácil en verdad, pero sea cual sea la situación el perdón sana y libera más a quien se libera de el a quien lo carga, recuerden que el mismo Jesús dijo “perdonen para que sean perdonados”, pues de no perdonar a nadie aquí en la Tierra Dios no se apiadara con nosotros al llegar nuestra hora.
Uno de los pasajes más recordados por los feligreses siempre será la pasión y muerte de Jesucristo, por todo lo que esto representa y por el impacto que tiene en cada uno de los cristianos.
Siempre suelen llamar a la reflexión de las personas, algunos prefieren no venir hasta esta imagen, porque entonces, sienten el dolor en carne propia que Jesucristo sintió, y ve que es un sacrificio demasiado grande.
Poder acudir a una imagen de Jesucristo en la cruz, siempre será una experiencia de la cual se puede obtener un gran provecho, la cruz representa la entrega que Jesucristo hizo dándose a sí mismo para el perdón de nuestros pecados, la cruz no debe de ser vista como un lugar de tortura, sino un lugar de reivindicación para todo cristiano, donde debe sentirse amado, perdonado, y con Jesucristo juntamente crucificado.

El silencio, dice, es la fuente de la oración, un retorno de la cautividad del pecado, un desapercibido triunfo en la virtud, una continua ascensión al cielo.» Sí, y el propio Jesucristo, para mostrarnos el provecho y la necesidad de la reclusión en el silencio, dejaba a menudo Su predicación pública y se retiraba a lugares silenciosos para orar y encontrar quietud. 

Los silenciosos contemplativos son como pilares que sostienen la piedad de la Iglesia por su oración secreta y continua. Incluso en un pasado lejano, vemos a muchos laicos, incluso a reyes y sus cortesanos, visitar a eremitas y a hombres que guardaban el silencio para pedirles que recen por su fortificación y su salvación. 
De este modo, también, puede el solitario servir a su prójimo y obrar por el aprovechamiento y la felicidad de la sociedad, con su oración retirada.

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