Lo que es difícil de comprender es que nada es posible sin esfuerzo consciente

EL ESFUERZO CONSCIENTE


¿Por qué comienzo a trabajar? Para saber lo que me incita a hacer un esfuerzo necesito una atención más consciente. Esa atención no puede ser mecánica, porque debe ser constantemente rectificada para que pueda durar. Habrá entonces alguien que vigile, y ese vigilante representará un estado de conciencia diferente.

Cuando me retiro de la vida para abrirme a mí mismo, en algún momento me siento pertenecer a un orden diferente. Recibo esa impresión, tomo conciencia de ella. Ahora esa impresión va a formar parte de mi Presencia. Está allí para ayudarme. O bien la relaciono con un momento de esfuerzo y la hago entrar en una asociación consciente, o bien ella se va a asociar inconscientemente y no me ayudará. Debo hacerla aparecer conscientemente, asociándola con otra impresión. Entonces, debo vigilar, con una atención voluntaria, para conservar una impresión consciente de mí mismo el mayor tiempo posible.

Hay momentos accidentales de recuerdo de sí debidos a impresiones conscientes o no conscientes. Esas impresiones recurren en nosotros, no sabemos cómo. Pero se nos escapan y se pierden porque no están relacionadas, no están asociadas intencionalmente. No tenemos ninguna actitud voluntaria delante de ellas y sólo nos pueden conducir a una reacción ciega. Necesito adoptar una actitud más consciente respecto de ellas. Al ver que de un momento a otro no soy el mismo, siento la necesidad de un punto de referencia, de medir esos estados diferentes en relación con algo que siempre permanece igual en mí. Todo mi trabajo gira alrededor de ese punto de referencia. Para mí, él representa mi comprensión actual de lo que es ser un ser consciente.

Se necesita un sacrificio para conservar el sentimiento de Presencia que conozco en el momento del esfuerzo. Debo aceptar renunciar intencionalmente a mi voluntad ordinaria y hacerla servir. Todo depende de mi participación activa. En general enfatizo demasiado la meta de no dejarme llevar, de no perder mi estado. Olvido hasta qué punto necesito ayuda. Confío en algo que nunca me sostendrá y no le pido ayuda a lo más fino que tengo. 

Entonces nada me sostiene y estoy desvalido. No puede ser de otra manera. El sentimiento pasa por fases relacionadas con la atención. Al activarse, la atención adquiere algo más fino y es capaz de asir lo que pasa en otros niveles donde las vibraciones tienen una longitud de onda diferente. Cuando tengo el sentimiento de mi presencia estoy en relación con fuerzas superiores y al mismo tiempo con fuerzas inferiores.

Estoy en el medio. No puedo tener una sensación de mí sin la participación de las fuerzas inferiores que trabajan en mí. Atención consciente significa algo que está entre dos mundos.
Lo que es difícil de comprender es que nada es posible sin esfuerzo consciente, y que el esfuerzo consciente está relacionado con la naturaleza superior. Sola, mi naturaleza inferior no puede llevarme a la conciencia.

 Es ciega. Pero cuando despierto y siento que pertenezco a un mundo superior, ésa no es sino sólo una parte de mi esfuerzo consciente. Sólo me vuelvo realmente consciente cuando estoy abierto a todas mis posibilidades superiores e inferiores.
Sólo hay valor en el esfuerzo consciente.




¿Qué significa estar presente, estar aquí, ahora?

Lo pienso.

Tengo la sensación de esto.

Lo siento.

Los tres centros están presentes con la misma fuerza, con una intensidad que viene del mismo grado de actividad.
Lo siento como una energía que circula más libremente entre ellos y que no es retenida más en uno que en otro. Esa energía es voluntariamente alimentada por esas tres partes hacia una misma dirección.

Hay una dirección común que conlleva la posibilidad de una acción consciente en la cual el impulso viene de los tres centros al mismo tiempo. Quiero conocer con todas las partes de mí mismo.
Para estar presente a mí mismo, debo comprender cómo trabaja mi mente, comprender que la función del pensamiento es situar y explicar, pero no vivir la experiencia. Ese pensamiento está hecho de saber, de conocimientos acumulados que se presentan bajo la forma de imágenes y asociaciones. Captura la experiencia para hacerla entrar en las categorías de lo conocido. Si se callara podría ver algo nuevo.

Pero en cuanto interviene, transforma inmediatamente esa experiencia en algo antiguo, en algo que ya fue objeto de una experiencia. La imagen despierta en mí una reacción inmediata. Y entonces siempre se repite la misma cosa. Nunca algo nuevo.
¿Puedo decir hoy que sé lo que yo soy? ¿Me permite la actitud de mi mente abordar realmente esa pregunta? Es más importante de lo que pienso. ¿Estoy convencido de mi ignorancia y de la inutilidad de todo lo que creo saber? Incluso si lo digo, no lo siento realmente. Me gusta mi saber. Siempre quiero aportar una respuesta o llegar a una conclusión. Estoy condicionado por eso. Todo lo que conozco, lo que sé, condiciona mi mente y limita mi percepción. Todo lo que conozco, lo que sé, es una masa de memorias, de recuerdos, que me empuja a acumular, a repetir experiencias de la misma índole.
Necesito ver que mi mente siempre es movilizada por las exigencias del yo ordinario, por sus asociaciones, por sus reacciones. Eso la corrompe. Un pensamiento movilizado por las asociaciones no es libre, no está libre en su movimiento. Los trayectos que atraviesa están llenos de obstáculos, de barreras, bajo formas de imágenes, ideas fijas o experiencias. Inmovilizan o cambian el curso del pensamiento, otorgándole la impresión de una continuidad. Pero la continuidad no está en el material que ocupa el pensamiento. Está en la energía misma.

El hecho de creer en ese material mantiene esa energía presa en el círculo de los pensamientos. Pierde toda movilidad y agudeza. Se vuelve cada vez más débil y el pensamiento se vuelve pequeño y obtuso.

Percibimos esto a través de las tensiones constantes de la cabeza, de la cara y del cuello.
Mi pensamiento está sometido al yo ordinario. Esto es lo que impide que la mente esté tranquila. Sin embargo, su apaciguamiento no vendrá de que yo me retire de mi mente, sino de que la comprenda.
No vendrá de una lucha contra ese hecho. Ella no me llevará a la liberación.
Sólo viéndolo me puedo liberar de ese condicionamiento.

No es ignorándolo o negándolo que alcanzaré a liberarme. Sólo crearé
un nuevo condicionamiento. Asimismo, necesito ver que la mente es
el centro de mi yo ordinario, del ego. Ese yo busca la seguridad. Tiene miedo y se identifica para encontrar esa seguridad; es una batalla perpetua.
Toda mi conciencia habitual consiste en juzgar, condenar, aceptar o rechazar. Eso no es realmente la conciencia. En ese estado, sin la tranquilidad de la mente, nada real me podrá ser revelado.

Jeanne de Salzmann



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